Esta mañana ordenando el armario, he encontrado un antiguo libro, un libro con muchos recuerdos. Un libro que en el pasado había pertenecido a mi amada, al abrirlo encontré en el una bella flor que le había regalado y que ella usaba para marcarlo.
Así es que hoy, como todos los días, os voy a contar un poco más de mi, en este caso, de mi vida sentimental.
En 1770 regresé a Madrid y mantuve un amor apasionado con la actriz teatral María Ignacia Ibáñez de 24 años. Ella representó el papel de Doña Ava en mi obra Don Sancho García y es la “Filis” en los versos que escribí. En mi corazón, siempre será “la mujer de mayor talento que yo he conocido y que tuvo la extravagancia de enamorarse de mí cuando yo me hallaba desnudo, pobre y desgraciado”. Aparentemente, todo iba bien, hasta que, de manera inesperada, María murió de tifus a los 25 años. En ese momento, yo tenía 28 años y, tras la muerte de mi amada, quedé sumido en una gran tristeza, que me provocó una depresión de la que surgió mi obra Noches Lúgubres .
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